Hay un curioso paradigma educativo actual que me preocupa. En México se esmeran mucho en comenzar la educación obligatoria cada vez a una edad más temprana (contrario a los países desarrollados) Estoy sorprendido. ¿Tres años?... Parece que quieren que los niños lean, sumen, resten, antes de los cinco. A mi me parece, sinceramente, un tanto absurdo. Esos no son niños genios, contrario a lo que muchos papás creen (y quieren). Y no es que quiera bajarles el ánimo. Ojala fuera fácil comprender que la estimulación temprana no debe ser sinónimo de escuela, tareas, clases, y complejidades de adultos. La verdad es que los niños de 4 años lo que necesitan es jugar. Es necesario enfocarse más en la motivación, la exploración libre y la socialización. Yo le llamo el cerebro emocionado porque la estimulación se basa en la felicidad.
A todos nos ha sorprendido más de una vez un niño que a sus seis años puede leer de corrido. Les aplaudimos si leen su nombre a los 4, si saben contar hasta 20 o si sabe sumar. Lo que no entendemos los adultos (o no queremos entender) es que para ellos, eso es solo un juego. Nos sorprenden sus habilidades matemáticas, su aparentemente increíble desarrollo. “Tienen un chip integrado” decimos. Mientras los adultos pretendemos darle un grado alto de importancia, para los niños representa solo un diminuto aprendizaje en un mundo interminable de conocimiento. Estoy seguro que mas de uno, aplaudiendo la evolución de los sistemas educativos, afirman que en sus tiempos las cosas eran muy diferentes (y vaya que lo eran) pero no necesariamente han mejorado.
Cada que puedo le pregunto a las personas que recuerden su niñez, (la mía personalmente fue fascinante) Sus primeros recuerdos que vienen a la mente pueden colocarse en dos columnas: recuerdos agradables y desagradables. En uno, coinciden la mayoría, recuerdan juegos, momentos con la familia, juguetes, regalos, travesuras, en otro, golpes, accidentes, regaños, caídas. En ningún caso recuerdan con entusiasmo algún libro, sus primeras sumas, la primer palabra que escribieron, quizá por la edad, quizás por la importancia...
Entonces, ¿qué hay con el tema de las escuelas y los preescolares? ¿Qué pasa con la idea generalizada de que los niños hoy en día aprenden todo más rápido y a más temprana edad? ¿Porque en México es obligatorio cursar preescolar y en prácticamente todos los países desarrollados no?
En Finlandia por ejemplo (país más sobresaliente en su educación) los niños aprenden a leer a los 7 años, edad en la que comienzan a ir a la escuela. ¿Porque? Les dire algo, estudie odontologia por un tiempo, a pesar de ser una profesión complicada la mayoría de los maestros coincidían en una cosa: “un mono puede aprender a hacer una extracción” Que quede claro que se refieren a la diferencia entre aprender por repetición, o comprender el conocimiento que debe implicar ser un odontólogo. Me salí de la carrera por una simple y sencilla razón, no me gustaba. Puedo afirmar sin ningún temor a equivocarme que los mejores odontólogos egresados de aquella generación, tenían desde entonces la particularidad de la que yo no gozaba en esos años: la motivación de hacer lo que les gusta. Pregúntense ustedes, ¿que les gustaba hacer a sus cuatro o cinco años?
En México la mayoría de los niños comienzan el preescolar a los tres años. Para esta edad ya tienen tareas, cumplen deberes, tienen objetivos que cumplir, para sus seis años que inician la primaria no me sorprende que estarán menos motivados y más aburridos. Imagínense viendo a la ventana un enorme jardín esperando y pensando: ¿en que momento me toca disfrutar? Triste. Nadie se atreve a decirle que ya está sentado en un carro de montaña rusa y tardará 50 años para bajarse e intentar disfrutar. El viaje más que divertido seguramente será estresante, cansado, vertiginoso por momentos y no, no podrá jugar a menos claro, que encuentre en el camino la posibilidad de bajarse y empezar a vivir como se debe.
He tenido la oportunidad de trabajar con niños y si bien, la mayoría son sorprendentemente capaces a sus cuatro años, ya tienen una idea negativa de la escuela, lo que eventualmente los lleva a tener ideas negativas del aprendizaje, conocimiento, y por supuesto de otros elementos maravillosos como la lectura. Esto me hace suponer que esos maravillosos niños con los que juego constantemente y que se preparan para pasar sus próximos 15 años (mínimo) en la escuela seguramente les cuesta encontrar motivos para querer aprender.
Lo que quiero es motivarlos a ser excepcionalmente únicos, a ser auténticos. Quiero que cuando ingresen a las aulas tengan una sobrecarga de emoción, de motivación. No quiero niños decepcionados, aburridos y añorando o pensando que pudieron aprovechar más su infancia para jugar y que no lo hicieron porque el sistema (al que nunca les preguntaron si querían ser parte) los quiere ver como supuestos genios desde pequeños. No quiero niños abrumados esperando el timbre para salir, quiero niños motivados esperando el libro por leer y siendo sinceros, eso se consigue jugando.
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